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Agitar el Lenguaje (Pensar - Decir - Hacer)


El enfrentamiento de Jesús con el Imperio Romano, su condición de pobre, la transgresión de sus actos, las palabras filosas en su discursos, su concepción de vanguardia, su conciencia de clase, la orientación política de sus sermones y el planteo de su proyecto: el reino de Dios; está distante de la vida religiosa actual.

No por el tiempo sino por la conducta liberal, conservadora, clasista, seguidista, reformista y hueca de los cristianos practicantes - y no -, y de las sociedades de consumo, superficiales y hedonista. Nadie está dispuesto a ser condenado por el sistema y morir, por sus ideales, crucificado.

La religión actúa como opio del pueblo cuando es instrumento de opresión, de sometimiento, cuando la biblia es leída dogmáticamente, cuando sus autoridades abusan de su poder, cuando los negocios espurios son parte de su accionar, ya sea en el Vaticano o en alguna Iglesia Evangelista perdida en algún pueblo de características macondianas.

La Fe es un medio mercantil para unos, y para la mayoría es una esperanza vacía de contenido y de practica liberadora. La fe en su dimensión humana es la que debemos provocar, convocando a la reflexión, al debate y a la transformación de las estructuras dominantes.

En este sentido tenemos historia propia hermanada a Latinoamérica. En el año 1962 el Papa Juan XII inauguro el Concilio (Asamblea) Vaticano II (1962-1965), con el sentido de redefinir la misión de la Iglesia Católica con la participación de alrededor de 2500 Obispo de 141 países. La hegemonía estaba en manos de los grupos europeos. Los episcopados latinoamericanos tuvieron una presencia escasa. Mas allá de esta situación el espíritu del concilio se centraba en como evangelizar desde el terreno concreto, desde el contexto de cada lugar. Esto traía la apertura de nuevos caminos, o mejor dicho, de la búsqueda de las verdaderas raíces del cristianismo.

En 1968, Pablo VI acepta realizar la Conferencia General del Episcopado en Medellin-Colombia. En estos 6 años la Iglesia entraba en disputas internas, penetrada por la realidad de una dependencia que hostigaba cruelmente a las mayorías populares de nuestra América y el tercer mundo. Surgieron declaraciones, publicaciones organizaciones de curas y comunidades comprometidos con los cambios sociales.

Medellin pone en juego lo propio: elaboraciones teológicas, impronta pastoral, opción por los pobres y la dimensión política de la Fe. Concibiendo al reino de Dios, desde la emancipación liberadora de la humanidad.

El Concillio y Medellin, agitaron el lenguaje (pensar-decir-hacer) del cristianismo revolucionario encontrando muchos creyentes latinoamericanos a practicar el lenguaje desde el compromiso evangélico en la senda de la transformación social, no describiendo la pobreza sino atacando sus causas.

¿Sera que las pinceladas del sumo pontífice provocara que desde las iglesias, desde las comunidades de base, desde la unidad histórica, desde los creyentes honestos y verdaderamente solidarios se retome el camino de la teología de la liberación, la evangelización liberadora y la opción preferencial por los pobres? (Más allá de la conceptualización sobre Beroglio y/o Francisco I)

¿O ingresaremos en el camino del relato papal. Del Papa argentino y latinoamericano. Del Santo Pontífice peronista?

¿El lenguaje, una vez más, estará distanciado del hacer?

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