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Un Jubileo como el de Jesús


El Papa Francisco I anunció al mundo “El Jubileo de la Misericordia”, el que se celebrará durante el 8 de diciembre de 2015 hasta el 20 de noviembre de 2016, el mismo apunta a un simple folklore de peregrinaciones y un reparto de indulgencias. En la carta de anuncio el Papa dice: “es mi deseo que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía de Dios, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz”.


Cuando se habla del “año de jubileo” hay que volver a leer Antiguo Testamento y recuperar el sentido original, donde el Año de Gracia, Año Sabático o Año Jubilar, se propuso como ley de Dios al pueblo de Israel para restaurar cada cierto tiempo el orden querido por Dios: sin acumulación de tierras (Lev 25, 23-31), sin esclavos ni amos (Lev 25, 35-55), sin deudas eternas, para que a nadie le falte lo que a otro le sobra.


El Año Jubilar se cumplió muy raras veces. Durante la resistencia de los macabeos fue cumplido por los israelitas fieles (1 Mac 6, 49-53). Pero 400 años antes, el profeta Jeremías ya se quejaba de las trampas que hacían los ricos para no cumplir esa ley de amnistía general (Jer 34, 8-22).


A la vuelta del destierro de Babilonia se hizo una codificación definitiva de leyes en el libro del Levítico. Para hacer menos difícil la ley el plazo se amplió de 7 años a ciclos de 50 años (Lev 25, 8-18).


En la tradición cristiana, el jubileo fue tomando características propias, conservando el llamado a ponerse en paz con Dios, con el prójimo y consigo mismo. Pero se le fueron añadiendo simbolismos que pusieron un disfraz y desdibuja el sentido original: para demostrar la libertad interior del que vive el jubileo, hay que hacer gestos exteriores, como por ejemplo, peregrinar a los santuarios (desde luego, a Roma) para pasar por “la puerta santa”; hacer signos de penitencia (acudiendo al sacramento de la reconciliación); realizando obras de caridad (ayudando materialmente a algún necesitado).


En el Nuevo Testamente, Jesús también se refirió al Jubileo, y lo hizo para expresar el contenido de su misión y su programa político:


El Espíritu del Señor está sobre mí.

El me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres,

para anunciar la libertad a los cautivos

y a los ciegos que pronto van a ver,

para poner en libertad a los oprimidos

y proclamar el año de gracia del Señor.

San Lucas 4:18-19


Jesús irrumpe en la historia para proclamar "el" Año de Gracia, para instaurar el Jubileo definitivo y permanente: El Reino/el Reinado de Dios. El Jubileo del que habla Jesús, no es de un día, ni para un año específico, ni cada siete o cincuenta años, sino para ser vivido en la cotidianidad, es un proyecto de vida.


Ser cristiano/a, es continuar la lucha porque el Jubileo de Jesús -Buena Noticia para los pobres, libertad para los esclavos, alegría para los tristes, luz para los ciegos, tierra para los sin tierra...- continúe acercándose a nosotros y se haga realidad. Anunciar este proyecto de vida para los pueblos del sur; provocarlo y sobre todo parirlo... es la misión de las y los discípulos de Jesús y del pueblo organizado.


En América Latina – un continente históricamente empobrecido, pero profundamente creyente – urge un Jubileo de verdad, que resista el avance del imperialismo en nuestro continente, defienda los avances y conquistas populares y no sea - una vez más - la legitimación cristiana de un sistema social injusto de exclusión y muerte; sino un Jubileo como el de Jesús. Un Jubileo con reforma urbana/agraria, con perdón de las deudas inicuas como la usurera deuda externa y con abolición total de la esclavitud y todas las formas estructurales de dominación.


Que el jubileo se convierta en el programa de vida y de lucha en nuestro continente. Amén

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